En las últimas décadas, las relaciones entre Estados Unidos y América Latina se caracterizaron por numerosas tensiones en el marco del auge de gobiernos progresistas. Las críticas a tales experiencias fueron sistemáticas. La mancuerna sector privado-gobierno de EE.UU. aglutinó a un importante número de académicos y voces expertas agrupadas por Think Tanks con importante repercusión en la prensa. Ésta contribuyó a construir, difundir y consolidar una perspectiva negativa sobre dichos procesos, calificados como: corruptos, ineficientes, autoritarios, anti democráticos, etc.
Estos Think Tanks contribuyen a posicionar determinados temas en la agenda regional imponiendo, desde un inicio, la carga/percepción (positiva o negativa) que los caracterizará.
Si bien los Think Tanks, suelen ser definidos como “organizaciones independientes, sin fines de lucro, no vinculadas a partidos políticos, que se dedican a estudiar aspectos de política interna e internacional”, en la práctica, sus acciones y alcances trascienden tal definición. Tienen, al menos, dos funciones
1) La de asesoramiento del Gobierno (en unas relaciones de mutua influencia), donde intervienen fuertemente los intereses del sector privado vía financiamiento.
2) La de proveedor de información experta para prensa hegemónica. Ambos procesos son clave en la manufacturación de consenso, a favor o en contra de determinados procesos.
Publicado por Silvina Romano, Tamara Lajtman y Aníbal García | 22 Jun, 2018 | América Latina, EEUU y América Latina, Estados Unidos |